jueves, 3 de septiembre de 2009

Manifestaciones de Protección al Ambiente en los escritores nacionales (1ra entrega)

Más allá de la belleza del poema, nos encontramos frente a un potente alegato contra el trato cruel a los animales.
Nuestra gente, la del Pueblo, la que construyó la historia, supo desde siempre que el Hombre es parte de la naturaleza y no su dueño. Por eso, nunca dudó en que los otros seres vivos debían ser respetados.
Coquena, ese duende vengador de los malos tratos a las vicuñas, está allí, recorriendo los montes y los cerros dispuesto a castigar a los que se lo merecen.
Si los crueles son castigados, como acostumbramos a decir los abogados ... "...SERÁ JUSTICIA"

Oscar M. Taborda



COQUENA
de Juan Carlos Dávalos

Cazando vicuñas anduve en los cerros.
Heridas de bala se escaparon dos.
-No caces vicuñas con arma de fuego,
Coquena se enoja - me dijo un pastor.

- ¿Por qué no pillarlas a la usanza vieja,
cercando la hoyada con hilo punzó?
¿Para qué matarlas, si sólo codicias
para tus vestidos el fino vellón?

-No caces vicuñas con arma de fuego,
Coquena las venga, te lo digo yo.
¿No viste en las mansas pupilas oscuras
brillar la serena mirada del dios?

-¿Tú viste a Coquena?
-Yo nunca lo vide,
pero sí mi agüelo - repuso el pastor;-
una vez oíle silbar solamente,
y en unos tolares, como a la oración.

Coquena es enano; de vicuña lleva
sombrero, escarpines, casaca y calzón;
gasta diminutas ojotas de duende,
y diz que es de cholo la cara del dios.

De todo ganado que pace en los cerros,
Coquena es oculto, celoso pastor;
si ves a lo lejos moverse las tropas,
es porque invisible las arrea el dios.

Y es él quien se roba de noche las llamas
cuando con exceso las carga el patrón.

En unos sayales, encima del cerro,
guardando sus cabras andaba el pasto;
zumbaba en los iros el gárrulo viento,
rajaba las piedras la fuerza del sol.

De allende las cumbres de nieves eternas,
venir los nublados miraba el pastor;
después la neblina cubrió todo el valle,
subió por las faldas y el cerro tapó...

Huyó por los filos el hato disperso,
y a gritos, en vano, lo llama el pastor.
La noche le toma sentado en cuclillas,
y un sueño profundo sus ojos cerró.

Cuando el alba tiñe - limpiando los cielos-
de rosa las abras, despierta el pastor.
Junto a él, a trueque del hato perdido,
Coquena, de oro le puso un zurrón.

No más en los cerros guardando sus cabras,
las gentes del valle vieron al pastor;
Coquena dispuso que fuese muy rico.
Tal premia a los buenos pastores el dios.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Ahora le toca a usted, escriba lo que piensa